por Joseph M Remesar
Capítulo I
Londres,
Enero 1876
El hombre se acababa de sentar en su sillón favorito,
listo para tomar el té de las cuatro de la tarde y leer el periódico “Times”,
cuando alguien tocó insistentemente en la entrada de su casa. Varias veces. ¡Toc,
toc, toctoc!
-
Vaya,
pero que impertinencia – se dijo para sí mismo mientras se dirigía a la puerta
– ya voy, ya voy.
Se encontró frente a frente con un chico, no mayor de
quince años y con el uniforme del Royal Mail.
-
Buenas
tardes, ¿El Inspector James Usera-Brackpool? – dijo muy formalmente.
El mismo.
-
Telegrama
urgente – dijo el chico entregándole inmediatamente el sobre.
James parpadeó algo perplejo tomando el recado, ¿Qué
podía ser tan urgente para no contactarlo en sus oficinas?, es más… ¿quién
podría ser? No tenía familiares vivos cercanos ni negocios de ningún tipo, era
simplemente un servidor del Estado. El sobre llevaba el sello de la
Superintendencia General de Scotland Yard y solo decía:
-
“Asunto
oficial requiere su inmediata presencia en nuestras oficinas” y venía firmado
por el mismísimo Adolphus Williamson.
¿El propio Williamson requería su presencia? ¡¿El Jefe
de todos los Superintendentes?! Esto le sonaba a alguna reprimenda política,
sabía que podía pasar tarde o temprano, debido a su apatía hacía el Parlamento
y a su absoluta negativa a pertenecer a ninguno de los partidos. Lo que le
resultaba extremadamente raro era que no fuera su supervisor quien lo
solicitara.
-
Ejem…
- carraspeo el mozo que todavía estaba frente a él – necesito el acuse de
recibo.
-
Oh –
dijo James saliendo de sus cavilaciones – por supuesto – y enseguida lo firmó.
El chico desapareció tan rápido como había aparecido y
James echo una ojeada a su reloj de bolsillo, eran las 4:08 p.m. exactamente.
La hora pico comenzaría en menos de una hora y por ende todo el tráfico de la
ciudad se haría insufrible. Suspirando con resignación, tomó su abrigo, se puso
sus guantes y su sombrero bowler y salió en pos de la reunión. El cuartel
general de Scotland Yard quedaba no muy lejos, en Whitehall, y la
Superintendencia ocupaba todo el último de los siete pisos de la notable Torre
Elizabeth. Era un edificio relativamente
moderno que tenía su propia estación de Metro y James lo conocía bien porque
tenía que ir al menos una vez por semana a asistir a reuniones del Cuerpo.
Caminó con prisa las dos calles que lo separaban de la
estación de Baker Street, apenas
inaugurada unos meses antes y que afortunadamente no tenía el tránsito de
otras, bajó los dos niveles que lo separaban del subterráneo y tomó el primer
vagón que llego con bastante puntualidad. A diferencia de los trenes, los
vagones del Metro funcionaban por presión neumática en vez de vapor, y esto los
hacía mucho más eficientes (aunque no aptos para llevar grandes cargas), además
de dejar los andenes y túneles libres de vapores y olores, una circunstancia
doblemente bien recibida en Invierno.
Su mente vagaba pensando en los motivos de tan urgente
y precisa llamada. Después de tantos años en el Cuerpo todavía no era capaz de
vislumbrar muchas de las estrategias de sus jefes y mucho menos de los
políticos que las guiaban. Le faltaba lo que el llamaba "malicia
política". El era simplemente un detective al servicio de la Ley, o mejor
dicho “del largo brazo de la Ley”
La secretaria lo hizo pasar inmediatamente apenas
llego. El Superintendente Jefe lo estaba esperando al fondo de su larga
oficina, de espaldas frente a un enorme ventanal oval, detrás de su escritorio
de negra caoba, desde donde se veía gran parte del centro de la ciudad: al fondo,
el Big Ben comenzó a sonar en ese momento dando las cuatro y media de la tarde.
James no pudo dejar de notar a un lado un retrato de tamaño natural del Primer
Ministro Benjamín Disraeli.
-
Ah,
inspector… - dijo el hombre volteándose y ofreciéndole la mano – creo que no
hemos tenido el placer de conocernos anteriormente.
-
Lo
vi una vez en un discurso que dio al Cuerpo a comienzos del año pasado…
-
Ah,
es verdad… interesante discurso ese, sobre los tiempos que vivimos y la manera
de modernizar el cuerpo de policía.
Hubo una pequeña pausa, el Superintendente Jefe Williamson
era un hombre en sus sesentas, alto, rubio y de amplios bigotes, sin uniforme,
vestido impecablemente, podría pasar por un dandy o un miembro del Parlamento
si no fuera por el pequeño emblema de Scotland Yard en la solapa de su traje.
-
Pero
vayamos a nuestro a urgente tema… - continuó ofreciéndole asiento a James
frente a su escritorio – un asunto realmente peliagudo.
-
Estoy
a su completa disposición Señor. – respondió James sacándose el sombrero y
sentándose algo nervioso.
-
¿Puedo
ofrecerle algo de beber? ¿un brandy tal vez? – preguntó el hombre señalando un
pequeño bar a su izquierda.
James negó con la cabeza, aunque hubiera necesitado
ese trago.
-
Pues
con su permiso, yo me serviré uno – dijo - ¿Tengo entendido que su padre es
español? Que Ud. habla perfectamente ese idioma.
-
Era
Señor, murió hace años, pero si, hablo el Español con fluidez, me críe en Buenos Aires hasta que mi madre me
trajo al Westminster College.
-
Lamento
lo de su padre… ¿Provincia Argentina? ejem… nunca lo hubiera pensado… me
refiero a su dominio de ese idioma… no tiene una pizca de acento.
-
Éramos
inmigrantes allá, estudie en el Colegio Británico-Argentino. Mi madre es de
Oxford y se encargó que tuviera la educación de un caballero. Al morir mi padre
volvimos a la Gran Bretaña, de ahí al College y de ahí, bueno, me asimilé al
Cuerpo como oficial Metropolitano y hace unos cinco años me promovieron a
Inspector Detective.
-
Ah,
interesante historia familiar - dijo Williamson
observando detalladamente al Inspector por unos largos segundos – James iba
vestido con un traje inglés gris plomo, camisa blanca, zapatos bostonianos y
una singular corbata de lazo amarilla – bigote y barba muy bien recortados, que ya mostraban algunos hilos plateados - juzgo que debería tener unos cuarenta
años. - tiene Ud. un expediente impecable. – continuó diciendo
- Por eso y su dominio del Español lo he llamado personalmente… no tenemos
ningún Jefe de Inspectores con sus… ejem,
habilidades. – el superintendente jefe tomó un trago antes de continuar
- vera, ha ocurrido un homicidio, eso de por sí solo no sería suficiente para
involucrarme, pero ocurre que el asunto ha ocurrido en la casa del Embajador de
España y la víctima es un ciudadano estadounidense. Había una fiesta de
comienzos de año con todo tipo de invitados, cónsules, embajadores. El
mismísimo Secretario de Relaciones Exteriores estaba presente y fue él quien
llamo a mi presencia.
-
Ya
veo…
-
El
asunto es muy delicado… encontraron el cadáver hace un par de horas y desde
entonces todo el mundo está detenido temporalmente en la casa del embajador…
esperando por comenzar la investigación.
-
Entiendo,
necesita a alguien que interrogue los testigos y posibles sospechosos sin
necesidad de armar un escándalo diplomático.
-
Efectivamente,
pero es más que eso… - Williamson hizo una pausa buscando las palabras - este
particular caso debe resolverse lo más pronto posible. La prensa nos hará
pedazos. No tengo que decirle que el gobierno de su Majestad está en una
situación compleja con el Imperio Español y la Federación Bolivariana…y por
otro lado tendremos presiones de nuestro aliados norteamericanos del otro lado
del Atlántico, política pura y dura… pero no quedemos que esto se nos vaya de
las manos y esto se convierta en un incidente internacional.
-
Mmmm.
-
Ha
habido acusaciones de espionaje de todas las partes, a parte de un incómodo
incidente con armas de un proveedor alemán.
-
Sí,
he leído sobre el asunto – comentó James – las armas fueron encontradas en un
carguero español con ruta a Suramérica… y se supone que hay un embargo.
-
Efectivamente
y la carga había sido endosado por el mismísimo embajador de España – el mismo
en cuya casa ha ocurrido el homicidio. ¿Entiende ahora la gravedad del asunto?
-
Puede
haber una relación…
-
Tiene
plenos poderes y recursos – dijo el Superintendente levantándose y dando por
concluida la reunión – pero no mucho tiempo.
-
Hare
lo mejor Señor, confié en mi. – dijo James despidiéndose con un apretón de
manos
Afuera de la oficina tomo un respiro antes de tomar el
elevador. Necesitaba unos minutos para relajarse y pensar. Recordó que había un
mapa detallado de toda la ciudad en el piso tres, a servicio del departamento
de Inteligencia. Una maravilla mecanizada que encontraba las direcciones
simplemente introduciendo el Código Postal y que se relacionaba con un índice
alfabético. No tenía idea de donde estaba la casa del Embajador de España, pero
la encontraría.
Había un par de operadores que inmediatamente lo
asistieron. Buscaron en el índice, teclearon el C.P. en una pequeña máquina de
escribir y voala, los enormes mapas al fondo de la pared comenzaron a moverse
con asombrosa sincronía, al sonido de un escondido mecanismo.
-
Quizás
algún día tengamos algo así en nuestra propia casa – comentó uno de los
operadores viendo la cara de asombro del inspector – Una máquina de buscar.
-
Sin
duda me sería muy útil en mi profesión – contesto James sonriendo – ah, ya veo,
aquí está… es en Reading, en las afueras de Londres…mmm, al menos dos horas a
caballo, creo que tendré que tomar un autogiro.
¿Podrían imprimirme una ruta? … bien. Muchas gracias caballeros…
Una de las azoteas del edificio estaba lleno de
aquellos maravillosos artilugios volantes, la mayoría de los Inspectores y
sargentos de la Fuerza los usaban a diario y James solo tuvo que asegurarse que
el suyo estuviera con la presión del vapor adecuada antes de tomarlo; no era
que le gustara particularmente andar volando por los cielos pero había tomado
lecciones y dada la premura no veía otra manera de llegar hasta Reading con
suficiente rapidez.
Se colocó el casco, dejando su bombín en el
compartimiento, se ajustó los lentes y el cinturón de seguridad y bombeó el
mecanismo hasta que las hélices comenzaron a moverse lentamente, y poco a poco
alcanzaron la velocidad suficiente para elevar el artefacto, diseñado para un
único pasajero, sobre las calles y la niebla de Londres.
El autogiro tenía tres indicadores en su panel, uno
para indicar la presión del vapor, otro para la altura (curiosamente estaba en
metros y yardas) y una tercero que era simplemente una brújula que funcionaba a
manera de giroscopio. Usando este último y con el mapa, el inspector comenzó a
dirigirlo hacía el sur-oeste, en dirección a su objetivo. Como siempre que se
elevaba, lo primero que vio a su derecha al otro lado del río, fue la monumental
estación de trenes de Waterloo, con sus 16 líneas de ferrocarril y sus enormes
arcos de hierro forjado. Más allá se
podía ver el Parque de Battersea y la bahía de Chelsea, con algunos cargueros
ya varados en ella.
Paso raudo por el Támesis y sus principales edificios
y pronto sobrevoló los techos de las típicas casas de ladrillos rojos y techos
llenos de chimeneas, a unos 20 metros (estos mecanismo volantes no alcanzaban
grandes alturas). Ya había anochecido, nada anormal en Enero y las primeras
luces de gas comenzaban a iluminar la ciudad y sus avenidas, en medio de la
niebla y del humo de fábricas. No pudo
distinguir ningún otro vehículo volador, aunque algunas luces en movimiento en
la lejanía le indicaban que había algunos. Cuando las casas comenzaron a
esparcirse más y más, dejando grandes espacios de campiña, James comenzó a
buscar otros puntos de referencia, como la estación del tren, o el rio Kennet.
Tardo una media hora en llegar. Como esperaba, la casa
estaba rodeada por bobbies y agentes de la Policía Metropolitana, un tumulto de
gente fácilmente distinguible desde el aire; había velocipedes de la
policía, un par de carros de la Cruz
Roja y un carro de bomberos, junto a una docena de carruajes de lujo, carruajes
Hackney, últimos modelos de esos que no usan caballos sino un mecanismo de
vapor para moverse, muy probablemente de los diplomáticos que habían acudido a
la fiesta.
Busco un espacio solitario a un lado de la casa para
aterrizar con comodidad (el aterrizaje siempre era la peor parte) y después de
quitarse casco y lentes, alisarse de polvo y paja el traje y ponerse su
sombrero, se dirigió a la entrada, dejando el autogiro haciendo extraños
siseos.
to be continued...
to be continued...
6 comentarios:
Es un comienzo fabuloso. Tiene rasgos de literatura de Clancy victoriana! lo cual viniendo de mi es un super halago. Hubo varios puntos sobresalientes. a) las notas sobre el metro (o el subte como le decimos en Argentina), es muy bueno porque son detalles tecnológicos que a uno se le pueden pasar por alto facilmente! , b) el mapa mecanizado es una idea maravillosa! me recuerda al globo del Capitán Nemo en la Liga Extraordinaria y c) me gustó que involucrarás una trama imperial en Sudamérica. Definitivamente es algo para comprar!
Me gustó mucho, da curiosidad saber por dónde sigue Además me gusta el estilo clásico del género.
Un orgullo leer una vez mas tus letras Dad. Ansio por leer el resto, una dinamica historia de espionaje e investigacion, con sutiles toques de tus origenea. Kisses
Nicoll
Leido el preview he quedado realmente enganchado e interesado. Muy interesante el trasfondo del protagonista, y la situación en suramerica. Por otro lado, me ha gustado tu estilo, ameno y directo.
SOLD!!!
En September me la compro!
Te admiro "tio" por ese "gift" que tu tienes, ese talento de escritor descriptivo!
Y ahora que ya te adule profusamente...
pasame ya el n° de telefono de tu apetecible hija!!! (-:
Publicar un comentario